Soy abogado y tengo la fortuna de dirigir un despacho profesional que, con el tiempo y gracias a Dios, ha alcanzado un tamaño considerable. Son aproximadamente 120 compañeros, algunos de ellos desde otras ciudades españolas, europeas y americanas, los que comparten conmigo la dedicación a este trabajo y a nuestra firma entre leyes, negociaciones y, a veces, pleitos.
En los inicios, cuando el despacho empezaba a caminar, nuestro horario era el que se imponía habitualmente en las organizaciones profesionales de abogados, consultores o auditores de Madrid. Precisamente, en nuestra profesión el horario habitual no es lo que se dice reducido. Al contrario, muchos presumen por tener las luces de sus despachos encendidos un exagerado número de horas. En otras palabras, muchas veces parece que el reconocimiento profesional tiene que ver con el tiempo que un abogado dedica exclusiva y excluyentemente a sus asuntos laborales. Este tiempo puede incluir, de forma recurrente, los fines de semana. Si a este cocktail se suma el ingrediente de la remuneración de honorarios basada en el tiempo, la fórmula de captura de la vida entera del profesional está más que servida.
El modelo impuesto consiste en practicar unas jornadas de trabajo interminables, en las que la familia, los amigos o el enriquecedor y necesario ocio se convirtieron en algo extraño y extraordinario. En Cremades & Calvo-Sotelo sabemos – y eso no deja de significar un cierto aire de rebeldía- que los horarios agresivos, irracionales, son la peor forma de cuidar el talento humano, el principal motor de nuestra actividad.
Disponer de tiempo para desarrollar y disfrutar de nuestra vida no profesional es una aspiración básica de toda persona. Con organización y con la suficiente capacidad de comunicación sobre el nuevo sistema de trabajo. Es posible y es aconsejable disponer de unos horarios racionales y razonables; unos horarios compatibles con la familia, los amigos, la calle, la cultura… el ocio, en general.
El despacho continúa funcionando, prestando cada vez más servicios y aumentando su campo de actuación. Por ello, deduzco que el haber adecuado el horario de trabajo siguiendo criterios de racionalidad en el tiempo y primando el talento ha sido una decisión totalmente acertada.
Javier Cremades
Abogado. Fundador y presidente de Cremades & Calvo-Sotelo.