Cada día más a menudo, un mayor número de ciudadanos realiza actividades que tienen alcance no solo en el ámbito de nuestro país, sino que transcienden a lugares insospechados. Con mucha frecuencia, nuestra vida cotidiana, la del ciudadano de a pie, va adquiriendo carácter internacional.
Los ciudadanos, tenemos facilidad para trasladarnos y relacionarnos con personas procedentes de otros lugares del planeta, con el simple hecho de sentarnos ante el ordenador en nuestra casa o en la biblioteca pública, accedemos a un mundo en el que no hay fronteras.
Esta realidad se ve en nuestras calles, en la tienda de la esquina tenemos a nuestro alcance productos que han llegado de aldeas remotas, en nuestras familias, nos casamos y divorciamos con extranjeros o en el extranjero. Nuestras hijas encuentran trabajo en otras ciudades europeas, se casan con ciudadanos de esos u otros países y se van a vivir a algún otro lugar en las antípodas, dónde ambos tienen trabajo. Adoptamos nuestros hijos, compramos y vendemos, creamos y negociamos de una manera mucho más libre de lo que realmente somos capaces de percibir.
A pesar de todos estos cambios, los abogados, seguimos pensando y dedicándonos de una manera casi exclusiva al derecho interno, como si los conflictos a los que hacer frente pudieran ser resueltos con una visión interna del derecho propio.
Es necesario resaltar la relevancia e influencia que el derecho internacional tiene, influencia que no hará sino incrementarse en el futuro. Cada vez más nuestra vida se mueve en espacios transnacionales, vía Internet o desplazándonos en busca de negocio a lugares lejanos e incluso la delincuencia ha encontrado su sitio en el ciber espacio. Para resolver los conflictos derivados de todas estas nuevas maneras de relacionarnos, tendremos que mirar a otros derechos o tratados internacionales que establezcan nuevos modelos para encontrar soluciones.
Es buen momento para alertar a aquellos que se aventuran a explorar nuevos mundos, que no es baladí saber cómo las legislaciones foráneas posicionan a las personas y a los negocios, si existen derechos y deberes similares a los propios o si esa otra cultura y desarrollo les ha llevado por concepciones del derecho radicalmente distintas. No pretendo desanimar, todo lo contrario, mi interés es la de hacernos conscientes de la realidad para asegurarnos que cuando nos movamos por un mundo sin fronteras, estemos bien informados de que éste nuevo mundo conforma otra realidad jurídica. Los abogados, tendremos que tener conocimientos y sólidos contactos en los países dónde nuestros clientes deseen moverse para que lo hagan con la garantía que da un buen asesoramiento y les dé confianza para caminar fuerte por nuevos territorios.