Desde el año 2018 dos cabeceras icónicas del periodismo español han sido parte de un conflicto judicial sobre el legado histórico del Grupo 16. Cabecera simbólica de los años de la transición y de las primeras décadas de la democracia, Cambio 16 surgió de la necesidad de conversar con la España reconciliada que quería iniciar una nueva etapa política y que anhelaba una convivencia en libertad y sin ira. Una sociedad que se identificaba con los valores de la Europa que, a través del Derecho, venía articulándose como Unión pero a la que nuestro país no había sido invitada. Es conocido que su fundador, Juan Tomás de Salas, añadió el número 16 a la revista Cambio, para eludir la censura ante lo desafiante de esa palabra en la España de los años 70. A partir de Cambio 16, surgió Diario 16 y otra serie de publicaciones y revistas periódicas que conectaron de forma inmediata con la sociedad del momento. Todos los grandes periodistas, columnistas e intelectuales de las últimas décadas del siglo pasado, en algún u otro momento, escribieron en sus páginas. Con el paso del tiempo y los cambios sociales, el Grupo fue perdiendo el apoyo del público y fue languideciendo en influencia y difusión. Sin apenas recursos, Cambio 16 todavía conseguía publicar la revista hasta que en 2013 con el apoyo financiero de Grupo EIG Multimedia y el impulso de un nuevo editor, Jorge Neri, decidieron relanzar Cambio 16, siendo, hoy en día, un referente en la defensa de los derechos humanos, la sostenibilidad o el mercado de la energía.

El nuevo impulso de Cambio 16 no fue del agrado de algunos de sus figuras más históricas, como el periodista y editor Manuel Domínguez que, tras vender la cabecera al Grupo EIG Multimedia, lanzó una edición digital de Diario 16. El conflicto estaba servido en una doble dimensión. De un lado, los lectores y anunciantes entendían que eran parte del mismo Grupo empresarial pero, confundidos, no entendían las dispares líneas editoriales en temas tan sensibles como la situación de los derechos humanos en la Venezuela chavista. De otro lado, desde Diario 16 se imputaban de forma persistente graves delitos a Jorge Neri, el nuevo editor de Cambio 16, precisamente para desprestigiar la cabecera y menoscabar su crédito en el periodismo español. Una operación descarnada de fake news que abusando de la libertad de información, faltaba a la verdad y acusaba de connivencia con el chavismo a Cambio 16 con la finalidad de conseguir una posición de ventaja en la disputa sobre el legado histórico del Grupo 16. En esta campaña de desprestigio que ha durado 4 años, fueron capaces de aprovechar los resquicios de Google para que las fake news se posicionaran entre los primeros resultados del buscador.

Finalmente, el Tribunal de Marcas de la Unión Europea ha zanjado la controversia concluyendo que el uso de las marcas Diario 16 genera confusión en el público y es una infracción de las marcas de Cambio 16. Es más, señala el Tribunal, la marca Diario 16 fue solicitada de mala fe por el anterior editor de Cambio 16, Manuel Domínguez, a pesar de que urdió un complejo entramado de compañías que fueron transmitiéndose sucesivamente la marca.

La Sentencia resuelve un ingrato conflicto para todos aquellos que amamos la historia del periodismo de nuestro país y el legado del Grupo 16. Asimismo, es un ejemplo del grave perjuicio que para la libertad de expresión e información tienen las campañas de desinformación. Con la entrada en vigor del Reglamento Europeo de Servicios Digitales este pasado mes de agosto, los grandes prestadores de servicios de información (Google, Meta, TikTok…) están obligados a ser mucho más diligentes en el modo en que confrontan las campañas de desinformación. Las Big Tech tienen una excelente oportunidad para demostrar que no promueven la confrontación y la polarización y que pueden contribuir al desarrollo una opinión pública libre, fundada en información veraz y contrastada.

 

Diego Solana, socio de Cremades & Calvo-Sotelo

 

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