La historia del constitucionalismo europeo de los últimos treinta años ha contado con un gran embajador, el profesor alemán Rainer Arnold. Esta afirmación no es fruto de la amistad y admiración que siento por mi maestro académico y mentor, sino por su labor de divulgador del Estado de derecho a varias generaciones de constitucionalistas desde su universidad de Ratisbona, en Alemania. Miles de juristas, no solo europeos, han encontrado gracias al profesor Arnold un camino por el que profundizar en el propósito y la misión última del Derecho. Todas las personas somos hijos de nuestras circunstancias, del momento histórico que nos toca vivir, y la vida intelectual de Rainer está estrechamente vinculada con aquella sesión del Reichstag alemán del 24 de marzo de 1933, con un Hindenburg ya envejecido y débil, que aprobó con una amplia mayoría la concesión de poderes absolutos de emergencia al canciller Hitler. Las consecuencias de esa trágica sesión son conocidas por todos, pero lo cierto es que, formalmente, la aprobación de aquella ley habilitante se determinó conforme a las disposiciones de la Constitución alemana de Weimar. El constitucionalismo alemán experimentó de forma desgarradora que el Estado de derecho no puede limitarse a un conjunto de normas en las que deban únicamente respetarse unos procedimientos formales. A partir de ese desacierto, se explica que el artículo 1 de la Constitución alemana de 1949 consagre como su principio fundamental la dignidad humana y la obligación de todos los poderes públicos de respetarla y protegerla. El Estado de derecho no consiste solo en respetar el orden constitucional, sino que el ser humano esté en el centro de todo el sistema constitucional. Así, una ley habilitante que lesione la dignidad humana será, siempre contraria a la Constitución, y los poderes públicos deberán combatirla. Heredero de esta escuela de pensamiento, el profesor Rainer Arnold quiso consagrar una parte de su vida a compartir esta lección histórica con jueces, abogados y profesores de todo el mundo. Su carácter afable y conciliador, el interés que generan sus clases, conferencias y libros y su facilidad para las lenguas (habla nueve idiomas) le han convertido en una referencia ineludible del derecho constitucional alemán en el mundo. Así lo atestiguan, además, sus numerosos doctorados Honoris Causa. Por un afortunado azar, tuve ocasión de conocer a Rainer cuando yo era un joven veinteañero y mi único bagaje era la pasión por el Derecho y unos muy limitados conocimientos del alemán. Me incorporé como asistente científico durante tres años a su cátedra. Ahí pude conocer a otros muchos investigadores de Italia, Francia, Austria, Alemania, Bélgica… Bajo su batuta terminé y publiqué mi tesis doctoral y, tras mi vuelta a España, he mantenido una estrecha relación con quien hoy es un amigo muy querido. El profesor Arnold no se limitó a difundir el constitucionalismo alemán en el ámbito docente sino que regularmente reunía a los grandes constitucionalistas europeos: presidentes de Tribunales Constitucionales, catedráticos, defensores del pueblo con el fin de conversar, intercambiar conocimiento y experiencias y promover la idea de que un sistema constitucional, que no gire alrededor de la dignidad humana no puede calificarse genuinamente como un Estado de derecho. Recuerdo con gran cariño cuando aceptó acompañarme a la Embajada de Alemania, en Madrid, durante la entrega del Premio al Jurista del Año otorgado por la Asociación Mundial de Juristas en aquella primavera de 2018. Cuando durante esos días acepté organizar el Congreso Mundial del Derecho en Madrid en 2019, inmediatamente pensé en él y en su prestigiosa Asociación de Constitucionalistas, que participó activamente en el World Law Congress. A la llamada del gran profesor asistieron numerosos juristas y, entre los ponentes, pudimos contar con los presidentes de los Tribunales Constitucionales de Lituania, Bélgica, Montenegro, Bosnia & Herzegovina, Ucrania, Hungría, Georgia… Su capacidad de convocatoria volvió a repetirse con motivo de la entrega de las Medallas Ruth Bader Ginsburg, en julio de 2021 también en Madrid, y, en diciembre del mismo año, con motivo del Congreso Mundial del Derecho en Barranquilla, Colombia. Gracias a él, muchos juristas hemos podido aprender que el Imperio de la Ley es un valor universal que debe estar orientado a la dignidad del ser humano, como valor fundamental de cualquier constitución. Esta dignidad, nos enseña Rainer, está estrechamente vinculada a la libertad individual y política, y pertenece a todas las personas que conviven en comunidad.

De acuerdo